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ABC 5/11/06

«El móvil me tenía rayado»

«Doctor, encontramos muy raro a nuestro hijo». Cuando los padres de Alex, 17 ańos, notaron que su vástago mantenía un comportamiento muy extrańo, que no se relacionaba con casi nadie y que no paraba de jugar con el teléfono móvil y con la «play station», se pusieron en alerta y acudieron a la consulta de un psiquiatra. El diagnóstico no se hizo esperar: el joven padecía una adicción conductual a las nuevas tecnologías.

Domingo 5 de noviembre de 2006 · 1639 lecturas

ABC 5/11/06
«El móvil me tenía rayado»

POR MARÍA ISABEL SERRRANO. MADRID.

«Doctor, encontramos muy raro a nuestro hijo». Cuando los padres de Alex, 17 ańos, notaron que su vástago mantenía un comportamiento muy extrańo, que no se relacionaba con casi nadie y que no paraba de jugar con el teléfono móvil y con la «play station», se pusieron en alerta y acudieron a la consulta de un psiquiatra. El diagnóstico no se hizo esperar: el joven padecía una adicción conductual a las nuevas tecnologías.
Hoy, Alex lleva seis meses en tratamiento y todo hace suponer que su «enfermedad» va remitiendo poco a poco. Al principio de su terapia, el chico no admitía «estar enganchado». «Yo, -decía- estaba rayado. El móvil me tenía rayado», recuerda ahora.
Más casos
El caso de este muchacho no es el único. En los últimos meses, los especialistas notan que aumentan los casos de nińos y adolescentes adictos a las nuevas tecnologías: móvil, internet y videojuegos, básicamente. De hecho, las estadísticas son muy crudas y destapan que este tipo de dependencias pueden resultar «sumamente peligrosas» lo mismo que la adicción a las drogas y al alcohol.
Ahora, Alex va más relajado y confiado a la consulta de su médico psiquiatra. En su familia ya hay antecedentes de adicción. Su padre, Luis, de 54 ańos, es alcohólico. Quizás por este motivo, apuntan los expertos, esta familia está mucho más sensibilizada con cualquier tipo de comportamiento anómalo que presente alguno de sus miembros. La madre de Alex, 47 ańos, es ama de casa. Tanto ella como su esposo poseen estudios universitarios y tienen otra hija adolescente de 14 ańos.
Un nińo «muy trasto»
Los padres de Alex se percataron de que el chico estaba más arisco, que hacía menos vida familiar y que estaba teniendo problemas con los estudios. No se podía contar con un problema de nacimiento porque el de Alex fue un alumbramiento normal, sin problemas, cuentan los padres. Sí es cierto que, de nińo, fue «un trasto», muy nervioso e inquieto, pero nunca se había «encerrado» tanto en sí mismo como desde que se hizo adicto al teléfono móvil y a la dichosa maquinita de los videojuegos.
Este joven fracasó con los estudios a los 15 ańos. «Ya no quiso seguir. Se pesaba la vida con el móvil y jugaba, a escondidas, con su play. Con la maquina se podía pasar más de cuatro horas seguidas y con el móvil llegó a reunir más de veinte juegos», apunta la familia.
La angustia de los padres
El doctor Gabriel Rubio, psiquiatra y jefe del Servicio de Salud Mental de Retiro es quien lleva a Alex. «Los padres acudieron a mí muy angustiados porque pensaban que su hijo adolescente estaba consumiendo algo raro. Yo le dije al chaval: Tus padres te notan distinto desde hace tiempo. ¿Me dices qué te pasa?». En la segunda entrevista que el doctor mantuvo con su paciente, éste ya confesó que a sus padres les sentaba mal que pasara tanto tiempo con la play y con el móvil. Con el teléfono, se llegó a gastar 120 euros (unas 20.000 pesetas ) al mes en juegos, mensajes y llamadas.
Deprimido y sin amigos
El propio muchacho reconoce que se sentía apático, que no hacía nada en casa -«solo vegetar»- y que llegó a sentirse muy deprimido. En pocas palabras: se sentía mal, dentro y fuera de casa. Un infierno.
Otra de las cuestiones que preocupó mucho a los padres fue que Alex, además de abandonar sus estudios, había dejado de jugar al baloncesto y al fútbol, dos de sus grandes aficiones. Tampoco escuchaba música como antes y había dejado de lado a sus amistades. «Todo era play y móvil. No había más», se queja su familia.
Tratamiento de choque
Por si todos estos síntomas fueran pocos, el joven empezaba a mostrarse maleducado y contestón. Nada le venía bien y se aislaba. «A mi chico le estaba cambiando el carácter. Era más que evidente», llegó a contarle el padre al doctor Rubio.
Este especialista en adicciones conductuales nos explica que una de las primeras «recetas» para recuperar a Alex fue la de volver a intentar que tuviera su espacio y ambiente anteriores; es decir, juegos y amistades.
Ese era el tratamiento de choque que, en principio, había que prescribir y seguir. Que volviera, también, a hacer deporte. Había que intentarlo. Había que convencer al chico de que era lo mejor para que se «desengachase» de su adicción al móvil y a la maquina de los juegos, aunque él no terminara de aceptar tal enganche.
Alicientes
Algo fundamental para que la terapia de Alex diera buenos resultados fue procurarle un refuerzo, una especie de «premio», cuando el joven avanzaba e iba dejando atrás su adicción. «Esto es muy importante porque les sirve de aliciente para seguir luchando», afirma el doctor Gabriel Rubio.
Según este psiquiatra, el caso de Alex es prometedor. «Llevamos seis meses de tratamiento y creo, estoy seguro, que se va a curar porque lo cogimos muy a tiempo», dice.
El doctor Rubio asegura que este tipo de adicciones son muy traicioneras porque es fácil confundir «adicción» con «afición». «Muchos padres no se dan cuenta de que su hijo o hija se está pasando de rosca. O no le prestan demasiado tiempo al adolescente o no ven extrańo que se pasen tanto tiempo encerrados y ensimismados con las nuevas tecnologías que, al final, ocupan gran parte de su vida y si les falta, porque se los quitas, se sienten muy mal y angustiados», explica el especialista.
Reaccionar a tiempo
Los padres de Alex reaccionaron a tiempo y hoy su hijo lleva camino de recuperarse. Ha sido duro, está siendo duro, pero estas nuevas adicciones «silenciosas» que amenazan a nuestros nińos y adolescentes están haciendo más estragos de lo que la sociedad se piensa. Lo importante, dice el doctor Rubio, es que salten las alarmas.

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